El cuento es tan sencillo que no necesitamos de Mario Benedetti. Usted nace en su tiempo (final de los cincuenta) contempla atribulado un cielo que no es suyo, un cielo que protege a los que están adentro… … y ya no admite ingresos.
Usted… ve a diputados, ministros y otras yerbas conformar el establishment en que ser un igual lo transforma en buen tipo.
Y usted en su adolescencia -Vietnam, Beatles mediante- se entera una mañana por la Marcha del viejo que están votando leyes que asegura el futuro… del dueño de la mano que acaba de votarlas.
Y se entera de préstamos para comprar viviendas, diputadas viviendas que el sistema autoriza.
Y lee en La Mañana que una ley que llamaron “de los autos baratos”, -impuesta sin impuestos- también los favorece. De mega jubilados que van cambiado talles de billeteras gordas. De sueldos pornográficos, de viajes oficiales, de autos con chofer hasta para ir a Morini.
El cuento es muy sencillo. Usted sufre de veras, reclama por comida y por deber ajeno o acaso por rutina.
Usted se calza un oxford y anda de quince en quince, en el preciso instante en que se escucha un golpe. Y ahora son milicos los que inventan sistemas donde no está bien visto no ser un general. Y usted va preparando su ingreso a facultades, sus cargas laborales, sus sueños de pareja. Usted ve con dolor al pájaro que emigra (que emigra por cantar) en los junios lejanos en que pedían silencios. Y al temerario insecto que será pisoteado por las botas lustradas por los Méndez de turno.
Y usted se transfigura, ama casi hasta el colmo, logra sentirse eterno, se acercan los 80 y usted resiste y sufre. Y empieza a hacer el nido, trabaja sin descanso. Van a llegar las crías, se vienen los noventa.
Y llora limpio de culpas y trabaja. Ama, sueña, pare y trabaja.
Ríe, resiste, pelea y trabaja. Trabaja. Canta, comparte, proyecta y trabaja. Trabaja. Que ya llegará el día que aparezca el descanso y le entregue sillones, pantuflas y certezas.
Y usted se las arregla sin pedir nada a nadie. Y no recibe herencias ni se presenta en listas.
Y no se cuelga nunca del senador de turno. Hasta que llega el sueño y lo descalifica. Y lo meten a prepo en un sistema nuevo. Y usted dice no quiero. Y ellos dicen retruco. Y usted se agarra fuerte del marco de la puerta. Y ellos tiran con ganas y son muchos tirando. Y lo meten a prepo. Y palmean su cabeza. Y le explican que esto es por el bien de su gente.
Y usted por fin aprende y usa lo aprendido para saber que el mundo es como un laberinto.
Y como usted aprende,castiga a los bandidos. Y le pone una ficha a los que no empujaron el día en el que usted se agarraba del marco. Y llega lo anhelado. Se acerca el hombre nuevo. Ya no será preciso esperar la justicia celestial y divina. ¡Ya cambiamos de siglo!
El cuento es muy sencillo, el resultado el mismo: Son mega jubilados que van cambiado talles de billeteras gordas. Con sueldos pornográficos y viajes oficiales, y autos con chofer hasta para ir al shopping.
Licencias con dineros a titular/suplente, partidas para diarios que nadie nunca lee y celulares libres (para leer los diarios)
Pero las esperanzas no llegan al otoño y el corazón profeta se convierte en escombros. Así que pares nietos y aprontas despedidas y entonas retiradas y se te van tus viejos. Hasta que llega el sueño y te descalifica. Y aquellos que trataron que largaras el marco, aquellos ya se fueron, están rejubilados preocupados por vos en vuelos de primera.
¿Y usted?
Usted madura y busca las señas del presente los ritos del pasado y hasta el futuro en ciernes.
Y va a las oficinas a buscar lo que es suyo, y un tipo con desgano le dice que no hay nada, que hay… pero que es poco, que lo que usted dejó cuidado a buen resguardo… … recién se lo llevó un tipo de corbata.
Usted llora limpio de culpas benditas o malditas. Y acude al hombre nuevo que usted puso en el sitio. Y él grita “¡Prioridades!. Y mezcla los dolores con Dolores y vientos. Le dice que es difícil, que hay barrios inundados.
Conclusión:
Que la culpa es de Dios, que no hay quien lo convenza que no debe meterse en presupuestos de otros.
El cuento es muy sencillo. Quizá se ha vuelto sabio irremediablemente y cuando nada falta entonces… usted muere.